Hoy ha sido el terremoto. O quizás ayer. No lo recuerdo.

 No importa cuanto se llegue a autoanalizar uno y decir que se conoce super bien, siempre hay algo que te cuesta definir. Te preguntan cual es tu comida favorita y puedes responder rápido con la que siempre compras o te hace tu mamá, o puedes darte la pega de pensarlo y sopesar las que has comido al menos una vez y fueron muy la raja, pero las habías olvidado o el plato llevaba cantidades insalubres de murciélago. Eso pasa con todo. Si de veras te sientas a pensarlo puede que ni al final del día tengas un top 10 honesto de tus películas favoritas. Al menos así me pasaría. Pero si reducimos más la búsqueda y acotamos con géneros o nacionalidades o su nivel de snobismo, la labor se hace un poquito más sencilla.
 Dado esto, si me preguntan "oe socito, ¿cual es tu película shilena así favorita así?", con un tono que ya nadie usa más que en las sátiras sociales, les diría de un puñetazo en la mesa, botando cerveza y puchos en vasos de cerveza, que es El año del Tigre.


 Sebastián Lelio se hizo conocido tanto en el país como en el extranjero por dirigir la ganadora del Oscar Una Mujer Fantástica, que la crítica y los volteachaquetas de nuestro país celebraron a cagar. Yo no, porque nunca la vi y aún no lo hago. Me da paja en realidad. Paja que no me dio ver El año del Tigre, la tercera película del director lanzada el 2011, al año después del terremoto del 27/F.
 Creo que a muchos, especialmente nortinos, no nos tocó vivír en toda su crudeza el terremoto, pero bastaba la prensa nacional e internacional para despertar cada día en contacto con un horror humano y visceral que no se experimentaba desde el terremoto de Valdivia, quizás. Fueron importantes las imágenes en este momento para empatizar con el dolor que cruzaba de centro-sur a todos los extremos del país, sentirlo propio y poder ayudar luego de que la negligencia del poder ejecutivo, nuevamente en todas sus líneas de tiempo posibles, desembocó en más muertes evitables. El poder en esas imágenes vuelve a quedar expreso en el filme como una pesadilla que se repite varias noches después.
Ya, hablo mucho del 27 F y todo eso, pero ¿qué onda, qué pasa?
 Luis Dubó interpreta a Manuel, un preso que consigue escapar de la cárcel cuando el terremoto del 2010 derriba algunos muros. Esto pasó en la vida real, por si no se acuerdan, lo de los presos escapando. O quizás se acuerden, porque me van a hacer el paralelo con la otra película y ahí les pararé los carros. La cosa es que Dubó huye hasta su casa solo para encontrarla destrozada por el tsunami y a su familia desaparecida. Escapando de los pacos y de un tigre que él mismo liberó, se encuentra con el capataz de un fundo, a quien ayuda a limpiar su casa y comparten pensamientos sobre la existencia tomándose un guindao.

Cuento corto: película culiá wena. No he contado nada, pero les explicaré por qué lo es, aunque está lleno de reviews y críticas más profesionales por ahí, pero ¿que dijimos al principio de esto? Nos importa un pico, comentemos igual.

Para empezar, la película no es muy larga. Una hora veinte es buena hora, pero para algunos con una percepción del tiempo medio dislocada, puede que se haga larga. Eso podría pasar porque el diálogo es mínimo en la primera mitad. Y aprovechando lo del diálogo, vamos a eso: efectivamente, es muy escaso al principio, pero lo coloquial y casi improvisado de las conversaciones más largas entregan una capa de realismo inquietante, al igual que el uso de las locaciones. Ahí lo otro: la película fue filmada en pueblos afectados por el terremoto y maremoto apenas unos meses después de lo sucedido, así que el ambiente de destrucción que casi se puede oler y palpar va más allá de lo realista; es REAL. Cuota de realismo también entregada por las actuaciones galardonables de Luis Dubó y Sergio Hernández.
He visto a Dubó en otros dramas, donde siempre es encasillado como el personaje de calle por su físico, pero puta, ¿sería realista ponerlo en otros cuando el país ya encasilla a personas para convertirlas en personajes? La cosa es que también lo conocí en papeles humorísticos y ahora me arrepiento un poco de haberlo considerado como bueno solo en esa área, porque aquí, es su habilidad y credibilidad lo que mantiene a la película en pie. Bueno, y también la de Sergio Hernández, que mi papá lo vio y me dijo "ese weón está curao de verdad". Personajes muy bien estudiados, casi nacidos de su ser íntimo. A ratos, como dije antes, pareciera haber una suerte de improvisación surgiendo en los diálogos, que para la materia que tratan (teología, filosofía, todo en un tono muy mundano) te convencen de que es una verdadera conversación de humanos, no actores. Hay cierta poesía en todo eso, poesía que se ve especialmente en la escena del maremoto, construida de manera muy minimalista solo con tomas de gente subiendo los cerros y la cara de espanto de Manuel contemplando cerro abajo, mientras lo único que se escucha son un pandemonio de gritos y el rugir de la marea. Aún me sorprende como con tan poco retrata tan bien ese terror. Si está de material de estudio, loco, no exagero. Y si me dicen que exagero y me quieren tirar sugerencias culiás más snobs entonces háganse ver y quédense a vivir en Europa.
 Mencioné teología y filosofía por ahí y tampoco era exageración. Un crítico con estudios de verdad la llamó algo así como "El Extranjero de Camus viviendo el 27/F" y cuando lo leí sentí que me sacó la mención de la punta del pico lóbulo parietal. Manuel está privado de libertad. Su mujer lo visita y las noticias que recibe de afuera y estar con su familia es a lo que se reducen las esperanzas de su mundo. Su crimen nunca se menciona, porque basta con saber que la libertad para él es un anhelo. Entonces con el terremoto la consigue, pero camina por un mundo destruido, mucho más inerte que el que tuvo en cana, donde el sueño de reunirse con su familia se fue con el mar y su madre, presentación del amor primigenio, también ha muerto. Merodea por ahí viendo como sobrevivir, que comer, donde dormir. Se encuentra con un tigre también prisionero en su jaula, a quien por lástima o empatía libera, pero luego busca esconderse de este compañero en encierro. Es el hombre contra dos fuerzas desatadas de la naturaleza: una imparable como la tierra y otra instintiva como el tigre. Y ahí está él, desvalido, sin razón de seguir pero luchando por vivir. Pero Manuel nunca se cuestiona nada, ni tampoco es un nihilista como Meuersault, eso queda claro cuando conversa con el capataz, quien le pregunta si cree en Dios y presenta sus razones para hacerlo. El capataz es un hombre bruto, menos salvaje que Manuel pero igual de arrebatado, que cree firmemente que no somos nada ante el actuar de Dios. Qué cuando el pecado de la vanidad y la ambición corroen a la humanidad, él castiga. Pero ante este escenario ¿que culpa tenían la mujer de Manuel y su hija? Manuel no cree en nada, él solo busca seguir vivo en un mundo ya ajeno. Solo cree que es constantemente perseguido por los pacos y que debe seguir escapando a ningún lugar.
No les contaré la resolución ni su importancia porque deben verla, pero nada de lo que les he dicho es difícil de discernir. Es una película que se hace entretenida de leer vía símbolos porque están a la vista y siempre puedes encontrar más o replantearlos. Por ejemplo, hay una canción católica, creo que se llama "Voy de camino a tierra de Canaán", tal cual, que se repite en ciertas escenas y versa sobre la búsqueda de la tierra prometida. La presencia de lo divino y la ausencia de Dios permean gran parte de la película, sin panfletar lo uno ni atacar lo otro.

Sin más que agregar, aquí está la película.
Véanla weón, en serio.

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