Debo confesar que no soy una persona de animé. A pesar de que he visto muucho "mono shino" (para alguien no otaku ni japófilo) desde chico hasta ahora, hay otro enorme grupo de series que no he visto ni me interesa ver. No obstante, hoy me quise dar un lujo, Guru-Guru, un lujo y desde que me levanté hasta hace unas cuantas horas atrás, me vi una serie completa de una sentada. Esta serie me apareció como novedad en Netflix, de hecho la agregaron hace unos pocos días, creo que el 8, y viendo que solo tiene 10 capítulos de 20 minutos, hacerle asco sería negar mi gusto por series cortas.
A las 6 de la tarde ya estaba acurrucado, con una mezcla de pena y esperanzas, full emocionado, al haber terminado Japón se hunde: 2020, o Nihon Chinbotsu pa los weaboos.
Lo primero que me llamó la atención fue la premisa, porque ver una serie catastrófica con una temática más cercana a la realidad es medio difícil de pillar en un animé, siempre ligado a cataclismos pero de corte más fantástico. Quizás la cosa va así porque la base de la serie es la novela homónima japo de 1973 del autor Sakyo Komatsu. Yo cacho que todos a los que nos gusta el cine sabemos que por esa época hubieron muchas películas de catástrofes y el género era muy popular, pero Komatsu tiene el beneplácito de haber pasado años escribiendo su obra, mucho antes de que películas como "Terremoto" e "Incendio en la Torre no me acuerdo cuanto" llevaran la batuta, además de la ventaja de nacimiento de vivir en un país definido por sus terremotos. Por eso mismo es que, una actualización de esta novela y sus adaptaciones al cine nunca está de más en el país del sol naciente y el suelo batiente. Tampoco para nosotros, países del Pacífico Este, que compartimos una tectónica de placa igual de culillo que ellos.
Suponiendo que hayan más paganos del animé como yo leyendo, les explicaré cierta terminología asociada para cachar el mote:
Esto es un ONA (Original Net Animation), que es como la onda de onda de los últimos años, sobre todo en plataformas como Crunchyroll, donde los estudios preparan sus series para el internet antes que para cadenas. Supongo que habrá un tema de menor desgaste respecto a tiempos de producción comparados con los estudios de tele. No sé, tengo la pura cara de chino, no entiendo tanto. Lo otro es que... no me acuerdo, mejor vamos a la trama.
"Japón se hunde: 2020" nos cuenta la historia de la familia Muto, que reunidos por un megaterremoto que destruye varias ciudades en Japón, buscan escapar a tierras más seguras mientras corre el rumor de que varias ciudades costeras estarían en riesgo de hundirse. En su viaje conocen a varias personas que buscan ayuda o, como siempre, buscan aprovecharse, y a su vez pierden más gente que Remi en su camino. Eso es un punto importante a destacar. La serie es drama tras drama, de principio a fin, tiene más muertos y tragedia que BKN. Difícil que termines un capítulo sin pegarte un "NOOOO CONCHETUMARE" a lo Luke o con la pera tiritona. Si no es la naturaleza es el hombre. Puro Japón encarnado en mono shino.
Si bien la serie me gustó mucho por el nivel de drama y tragedia constante, a su vez por personajes que quizás no serán muy "gustables", pero si notas que podrían ser gente de verdad, con sus defectos y virtudes, también hubieron cosas que me molestaron o me provocaron cierto ruido mientras lo veía. Quizás pensarán que es el drama excesivo, pero no, porque es la espina dorsal de esta serie. Es un megacataclismo en Japón, no puedo esperar que existan momentos de paz para los sobrevivientes, ¿o es que no han aprendido nada con la pandemia? No, mi cuita era un poco con otras cosas, como la animación.
Al primer capítulo me di cuenta de que ese estilo muy fluido y de un extraño nivel de sosez y a momentos mucho detalle se me hacía conocido. Me dije "weón, esto es como Devilman Crybaby, pero sin drogas" y efectivamente era como Deviruman sin LSD. El director de la serie es el mismísmo Maasaki Yuasa, que a su vez es fundador del estudio de animación responsable de ambas series, Science Saru. El problema es que ese diseño como "masoso" y muy líquido de Yuasa pega bien en una serie lisérgica y violenta como Devilman Crybaby, pero en Japón se hunde como que a veces te mata el momentum. Hay veces en que no, porque si algo tiene Yuasa es que cuando hay que mostrar emociones, el tipo te gasta todo el tiralíneas creando reacciones faciales ultra detalladas, lo que huele a rotoscopia de Japan a, no sé, Portugal. O quizás no y el tipo solo le gusta hacer eso porque le sale bien, no sé. Lo importante es que si bien a veces esa sosez de falta de personalidad en algunos diseños se ve muy trucha, lo compensa con darle detalle cuando un protagonista la pasa horrendo. Y puta que pasa seguido.
Otra cosa es la mitad de la serie, que no les spoilearé pero este "medio tiempo", si bien esperable en una obra japo como lo vimos en Akira, aquí como que la estanca y en verdad añade super poco a la trama, salvo por ese tipo yugoslavo y la continuación en las aventuras del viejito.
Al final de cuentas, y considerando que todo esto es mi opinión, la serie merece un repaso y más en tiempos oscuros como estos, pues independiente de que la catástrofe y la fuente de drama sean terremotos y el hundimiento de Japón casi a lo "2012", el final resuelve todo con un mensaje de esperanza y resiliencia que solo un pueblo asolado históricamente por la naturaleza puede darnos. Bueno, los chilenos también podríamos, pero no nos entenderían porque hablamos como el pico.
Hay quien dice que la serie es extremadamente dramática o lacrimosa, pero quien lo dice debe ser un guatón culiao hediendo a raja que ve animés todo el día y no ha estado en un terremoto ni en una pandemia. No obstante, queda a tu criterio.
Así que si he de darle una puntuación, la desglosaría de la siguiente manera:
Animación (5/10): Bacán Yuasa como guionista o director creativo o la weá que haga, pero ese estilo que usó en Deviruman Curaibaby no siento que pegue aquí. No le quita seriedad ni nada, pero le resta realismo o apego.
Historia (8/10): ¿Cachan que hay una parte de Japón que está en un límite convergente de placas? Eso significa que, en su caso, hay tres placas subduciéndose y terminan en terremotos cuáticos. ¿Y sabe quien más tiene dos placas contra una? Así es, este país llamado Chule. El escenario está exagerado, pero a largo plazo sigue siendo factible. Aparte que hartas partes subsidieron y se liquefaccionaron en el terremoto del 2010, por lo que lo que vean puede pasar. Eso merece el 10, pero el punto medio de la trama completa le resta dos jumbitos y lo deja en 8, porque fueron dos capítulos. Matemáticas charchas y básicas.
Música (10/10): Excelente banda sonora, de principio a fin. Especialmente en los finales. No es de extrañar que es el mismo compositor de Devilman Crybaby, Kensuke Ushio, que hizo pedazo de rave para esa serie y acá te entrega de todo, desde piezas clásicas trágicas hasta la base para un rap flow sobre cultura japonesa e identidad.
Lágrimas (9/10): No lloré, literalmente, pero puta que me dio pena muchas veces. Creo que la última vez que lloré legítimamente con un animé fue cuando vi Remi a los 6 años, según mi mamá. Pero puta que son cuáticas varias muertes, sean fuertes o no. Porque no siempre vas a morir con ruido en una hecatombe así. A veces basta con respirar mal.
Duración (9/10): Me gustan las series cortas, como dije. 10 capítulos en un animé es mi Woodstock, independiente de que quede con gusto a poco o no, pero me libra del grillete. Lo penca fue ese punto de los dos capítulos del medio, pero meh, el resto lo valió.
Aún con todo su drama, Japón se Hunde: 2020 me "entretuvo" (o cambió los problemas por otros) por una tarde, no me hizo pensar taaanto, pero si me dejó un mensaje ya oído antes aunque nunca de más, menos en los tiempos que vivimos. Todo pasará.
A las 6 de la tarde ya estaba acurrucado, con una mezcla de pena y esperanzas, full emocionado, al haber terminado Japón se hunde: 2020, o Nihon Chinbotsu pa los weaboos.
El cartel me da una falsa imagen de que todo va bien |
Lo primero que me llamó la atención fue la premisa, porque ver una serie catastrófica con una temática más cercana a la realidad es medio difícil de pillar en un animé, siempre ligado a cataclismos pero de corte más fantástico. Quizás la cosa va así porque la base de la serie es la novela homónima japo de 1973 del autor Sakyo Komatsu. Yo cacho que todos a los que nos gusta el cine sabemos que por esa época hubieron muchas películas de catástrofes y el género era muy popular, pero Komatsu tiene el beneplácito de haber pasado años escribiendo su obra, mucho antes de que películas como "Terremoto" e "Incendio en la Torre no me acuerdo cuanto" llevaran la batuta, además de la ventaja de nacimiento de vivir en un país definido por sus terremotos. Por eso mismo es que, una actualización de esta novela y sus adaptaciones al cine nunca está de más en el país del sol naciente y el suelo batiente. Tampoco para nosotros, países del Pacífico Este, que compartimos una tectónica de placa igual de culillo que ellos.
Suponiendo que hayan más paganos del animé como yo leyendo, les explicaré cierta terminología asociada para cachar el mote:
Esto es un ONA (Original Net Animation), que es como la onda de onda de los últimos años, sobre todo en plataformas como Crunchyroll, donde los estudios preparan sus series para el internet antes que para cadenas. Supongo que habrá un tema de menor desgaste respecto a tiempos de producción comparados con los estudios de tele. No sé, tengo la pura cara de chino, no entiendo tanto. Lo otro es que... no me acuerdo, mejor vamos a la trama.
"Japón se hunde: 2020" nos cuenta la historia de la familia Muto, que reunidos por un megaterremoto que destruye varias ciudades en Japón, buscan escapar a tierras más seguras mientras corre el rumor de que varias ciudades costeras estarían en riesgo de hundirse. En su viaje conocen a varias personas que buscan ayuda o, como siempre, buscan aprovecharse, y a su vez pierden más gente que Remi en su camino. Eso es un punto importante a destacar. La serie es drama tras drama, de principio a fin, tiene más muertos y tragedia que BKN. Difícil que termines un capítulo sin pegarte un "NOOOO CONCHETUMARE" a lo Luke o con la pera tiritona. Si no es la naturaleza es el hombre. Puro Japón encarnado en mono shino.
Si bien la serie me gustó mucho por el nivel de drama y tragedia constante, a su vez por personajes que quizás no serán muy "gustables", pero si notas que podrían ser gente de verdad, con sus defectos y virtudes, también hubieron cosas que me molestaron o me provocaron cierto ruido mientras lo veía. Quizás pensarán que es el drama excesivo, pero no, porque es la espina dorsal de esta serie. Es un megacataclismo en Japón, no puedo esperar que existan momentos de paz para los sobrevivientes, ¿o es que no han aprendido nada con la pandemia? No, mi cuita era un poco con otras cosas, como la animación.
Al primer capítulo me di cuenta de que ese estilo muy fluido y de un extraño nivel de sosez y a momentos mucho detalle se me hacía conocido. Me dije "weón, esto es como Devilman Crybaby, pero sin drogas" y efectivamente era como Deviruman sin LSD. El director de la serie es el mismísmo Maasaki Yuasa, que a su vez es fundador del estudio de animación responsable de ambas series, Science Saru. El problema es que ese diseño como "masoso" y muy líquido de Yuasa pega bien en una serie lisérgica y violenta como Devilman Crybaby, pero en Japón se hunde como que a veces te mata el momentum. Hay veces en que no, porque si algo tiene Yuasa es que cuando hay que mostrar emociones, el tipo te gasta todo el tiralíneas creando reacciones faciales ultra detalladas, lo que huele a rotoscopia de Japan a, no sé, Portugal. O quizás no y el tipo solo le gusta hacer eso porque le sale bien, no sé. Lo importante es que si bien a veces esa sosez de falta de personalidad en algunos diseños se ve muy trucha, lo compensa con darle detalle cuando un protagonista la pasa horrendo. Y puta que pasa seguido.
Otra cosa es la mitad de la serie, que no les spoilearé pero este "medio tiempo", si bien esperable en una obra japo como lo vimos en Akira, aquí como que la estanca y en verdad añade super poco a la trama, salvo por ese tipo yugoslavo y la continuación en las aventuras del viejito.
Al final de cuentas, y considerando que todo esto es mi opinión, la serie merece un repaso y más en tiempos oscuros como estos, pues independiente de que la catástrofe y la fuente de drama sean terremotos y el hundimiento de Japón casi a lo "2012", el final resuelve todo con un mensaje de esperanza y resiliencia que solo un pueblo asolado históricamente por la naturaleza puede darnos. Bueno, los chilenos también podríamos, pero no nos entenderían porque hablamos como el pico.
Hay quien dice que la serie es extremadamente dramática o lacrimosa, pero quien lo dice debe ser un guatón culiao hediendo a raja que ve animés todo el día y no ha estado en un terremoto ni en una pandemia. No obstante, queda a tu criterio.
Así que si he de darle una puntuación, la desglosaría de la siguiente manera:
Animación (5/10): Bacán Yuasa como guionista o director creativo o la weá que haga, pero ese estilo que usó en Deviruman Curaibaby no siento que pegue aquí. No le quita seriedad ni nada, pero le resta realismo o apego.
Historia (8/10): ¿Cachan que hay una parte de Japón que está en un límite convergente de placas? Eso significa que, en su caso, hay tres placas subduciéndose y terminan en terremotos cuáticos. ¿Y sabe quien más tiene dos placas contra una? Así es, este país llamado Chule. El escenario está exagerado, pero a largo plazo sigue siendo factible. Aparte que hartas partes subsidieron y se liquefaccionaron en el terremoto del 2010, por lo que lo que vean puede pasar. Eso merece el 10, pero el punto medio de la trama completa le resta dos jumbitos y lo deja en 8, porque fueron dos capítulos. Matemáticas charchas y básicas.
Música (10/10): Excelente banda sonora, de principio a fin. Especialmente en los finales. No es de extrañar que es el mismo compositor de Devilman Crybaby, Kensuke Ushio, que hizo pedazo de rave para esa serie y acá te entrega de todo, desde piezas clásicas trágicas hasta la base para un rap flow sobre cultura japonesa e identidad.
Lágrimas (9/10): No lloré, literalmente, pero puta que me dio pena muchas veces. Creo que la última vez que lloré legítimamente con un animé fue cuando vi Remi a los 6 años, según mi mamá. Pero puta que son cuáticas varias muertes, sean fuertes o no. Porque no siempre vas a morir con ruido en una hecatombe así. A veces basta con respirar mal.
Duración (9/10): Me gustan las series cortas, como dije. 10 capítulos en un animé es mi Woodstock, independiente de que quede con gusto a poco o no, pero me libra del grillete. Lo penca fue ese punto de los dos capítulos del medio, pero meh, el resto lo valió.
Aún con todo su drama, Japón se Hunde: 2020 me "entretuvo" (o cambió los problemas por otros) por una tarde, no me hizo pensar taaanto, pero si me dejó un mensaje ya oído antes aunque nunca de más, menos en los tiempos que vivimos. Todo pasará.
Conchetumare, veo la foto y me da pena... |
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