¡LA INMISERICORDE TRINIDAD PICANTE!

Como mencioné en el post sobre las ramitas de queso, tengo un tracto digestivo tan charcha como nuestro ministro de salud, y a su vez una estupidez digna del presidente. No puedo comer picante, siempre me han dicho. No debo comer picante, cuando estoy trabajando casi siempre vivo con el estómago como bidón de ácido sulfúrico, pero allá va el weón y compra algo picante. Irónicamente, no me gusta el ají, evito el merkén y el pebre, porque quiero evitar la acidez. Son cosas que es mejor no molestarse en entender. Cómo sea, hace unos años, antes de empezar a comer picante, descubrí una cualidad bastante positiva para gente con rinitis alérgica y congestión nasal perpetua como vuestro servidor. Comer algo picante me hace transpirar la nariz y a su vez la destapa. Mira tú que belleza el cuerpo humano. ¿Necesitaba saber eso para comerlas? No, me quedé por el sabor y para callar al obeso mórbido que vive en mi píloro.
Así fue como conocí a la impía e inmisericorde trinidad picante.

Arirang!


Una tarde del año pasado, un compañero de pega compró un paquete grande de papas fritas picantes Lays que, siguiendo la tradición bolivariana de nuestro grupo de trabajo, dejó a libre disposición de quien quiera. Todos comieron, no a todos les gustó, pero yo dejé de lado mis prejuicios sobre lo picante y éntrale. Y continuando con la tradición bolivariana, consumí sin pensar en mis compañeros porque no pude controlarme. Weón, era muy rico. Y yo busco evitar un poco las papas fritas en bolsa, porque ahora viejo me llenan de gases, pero estas mi estómago y colon las toleraban. ¿Es que por fin había encontrado un puerto de refugio en este mar de papas fritas que ahora se me alzaba en tormenta? Pues con picante y todo, parecía que si. Entonces también supe que no debía temerle más al demonio con cacho e cabra ni a la calaca. A su vez, entré al mundo de sabor y dolor del Flamin' Hot del gigante capitalista Evercrisp.
Lo principal ¿qué tal el sabor?
Ricas las papas. La papa base son estas lays lisas tradicionales, cubiertas con una capa de polvo que, en la lista de ingredientes de atrás, recibe el nombre científico de "preparado para snack sabor ají". Puede ser laucha molida con ají verde o paprika con plutonio, uno nunca sabe, pero en una sociedad donde subes a un ascensor, sientes un olor raro y nadie sabe quien se lo echó, ¿me preocupo de eso o de subir el edificio? Bueno, de taparme la nariz también, así como de culpar al cuico con el maletín que está sonrojado, pero no nos preocupamos de verdad de lo que hay detrás de la receta. Deberíamos, si, pero meh, ya me la comí, ya nos lamentaremos. El caso es que, como mencioné, para alguien tan débil de guata como yo, no hubieron mayores repercusiones.
Todos los consumidores de chatarra cachamos como saben las lays lisas, que son bastante piola y te llenan el pecho obeso de papas rotas y eso. Pero este polvo del diablo hecho de ají le da el toque picante necesario. No es ni mucho, ni es suave como para convalescientes. Tiene un equilibrio perfecto de sabor y picor, hecho para destaparte la ñata antes de una maratón o para quemarte la lengua un poco en, no sé, algún tipo de ejercicio que requiera lenguas quemadas. Lo mismo con la sal y el aceite, está todo muy bien balanceado, como en esas papas culiás caras que sacaron para los snobs de la patata. Ahora claro, échate cuatro a la boca y, si antes te sudó la nariz, ahora siente el moco fluir río abajo.
Todo bien con las papas picantes, sobreviví a ese mundo; ahora debía ser una víctima del comercio más y comprar las que salen en el reverso.
Hecho.
Ayer compré los doritos y chester flamin' hot y cerré el círculo. Lamentablemente, los demonios cruzaron igual al mundo físico y tiraron sus bolsos en mi lengua y subieron sus patas mugrientas a las mesitas de centro de mis papilas gustativas.
Los doritos picantes fueron, sin querer, el paso obligatorio para subir de nivel. Son piola, tienen pinta de ser de queso, pero cuando le ensartas la lengua te das cuenta de que ese polvillo amarillo que antes jalabas (no me digan que nunca se han jalado el queso de un dorito, que poco amantes de la comida...) ahora es, sorpresa sorpresa, ají. Y ají con limón, según cachaba por el regusto a una receta familiar y antigua que Evercrisp tomó para meterle malicia:


Nada mal, en verdad. Es más, aprender a comérselos con paciencia y premeditación, es un buen ejercicio de autocontrol para los que acostumbramos a agarrar lo que quepa en la mano y zamparlo de una. Podría haber toda una disciplina zen detrás de comer picante, incluso, porque como pasó con las papas, acá te echas tres (una menos) y te quedarán los cachetes como pepón .
Bacán los doritos, nunca me decepcionan. Ni los de queso, ni los sabor a... no sé, doro, y estos tampoco lo hicieron. Claro que un rumor lejano en mi estómago me dice que fueron un poco mucho. Entonces recordé que mi favorito de niñez, el viejo fiel Chester (Cheetos pa los niños en la casa) también tenía su versión picante. Oh mis buenas varitas de queso y maíz altamente procesados, cuantos recuerdos. Recuerdos que se fueron a la conchetumare cuando probé el primer bocado.
Error número uno: olvidar tus propias palabras.
Abrí el paquete de chestes y recordé mi niñez chupando su queso seboso de mis dedos mugrosos. Metí la mano, saqué un buen puñado de bebé (unidad de medida que designa a lo que cabe entre tus dedos pulgar, meñique y medio) y me lo eché a la boca, para masticarlo con celeridad. Craso error.
Hay errores famosos que nacieron de no considerar tus precedentes históricos, como Hitler extendiendo su campaña de invasión a la URSS en invierno tal como lo hizo Napoleón o los chilenos votando por los que auspiciaron el golpe de estado, así que lo mío fue un cagazo de la misma calaña.
Los chesters picantes no son para la risa. Después de tomarme un vasito de leche para neutralizar el picor y la baba que fluía como en el hocico de un camello en celo, me deposité un chester chiquito en la lengua y me cago que weá más infernal. Yo odio el calor, evito el sol como vampiro sin bloqueador y disfruto andar abrigado en invierno, así que sentir un calor de mierda ardiendo dentro de mi boca y esófago era lo mismo que estar quemándome en la hoguera por cargos falsos de brujería en los 1600. Eso pero en hombre (lol la iglesia católica misógina). Otro poquito directo a las muelas para ser molido y deglutido y no, no había caso, era todo horrible. Así que, mediante cálculos algorítmicos tomados en mi cerebro con discalculia, concluí que iba a terminar de comerme este paquete de 46 gramos en cinco días. Y hoy, en su segundo día, le queda la cola, pero ni cagando lo termino. Aparte es raro, porque no sabe como un chester de queso con ají, es como un... no sé, lulo de maíz y ají con más ají.

Ahora, consideremos que todos los juicios aquí realizados sobre picor y ajiosidad fueron hechos por alguien que no comía picante hasta hace un año y aún no cede al ají real ni a sus derivados. Quizás siempre fui una nena comiendo picante, como esa vez en que un amigo me compró maní con merkén para obligarme a tomar cerveza en un pub de La Serena (en tiempos en que no tomaba cervezas) y terminé escupiendo la weá e insultándolo. No obstante, sé de sabores de mis productos favoritos y me considero un juez bastante apto a la hora de declarar que sigue siendo rico y que no. Dado esto, vamos al puntaje general porque paja calificar cada uno, así que aquí va a la trilogía Flamin' Hot según la escala de, no sé, de mano:

Sabor (9,5/10): Las papas riquísimas, los doritos quedaron bien con picante y limón pero los chesters ni sabor a queso tienen. Son como arepas con ají, suponiendo que así sepan las arepas. No sé, porque siempre que me las iba a comprar pasaba la micro.
Picor (8/10): Tuve que ser un poco menos generoso por lo que mencioné, que soy medio wimpy en lo que a resistencia al picante se refiere. No dejan de ser bacanes, cumplen con su objetivo y según vi había un nivel de riesgo. Si quieren el desafío verdadero denle a los cheetos.
Precio (?/10): No puedo ir al super, así que solo manejo los precios del negocio que está cerca del depa, que es más caro que la chucha.
Cantidad (8/10): Ahí va variando según el producto. Con las papas necesitarás dos paquetes de 46 para saciarte, con los doritos posiblemente también, pero con los chesters basta uno y ahí te quedará hasta el otro día.
Esa condición de saludable que aún no sé como denominar (6/10): Esto es muy personal. No sé que tan peligroso sea el ají en cantidades enviciantes como las de los productos Evercrisps, obviamente hechos para que te envicies, pero las repercusiones en el tracto digestivo si que las conozco y si, al igual que yo, tienes un estómago hiperactivo y colon irritable, te lo resumo así: papas bien, doritos borborigmos y chestes/cheetos una pelea de grandes felinos desde tu yeyuno hasta tu colon descendente. Tal cual.

Como sea, no dejen que sus vísceras les digan que hacer. Vivan la vida, disfrútenla, hasta que se desangren por dentro y se arrepientan de no escuchar a sus vísceras. Se los dice un amigo en su camino. Uno de verdad, no un paco.

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